Eran las diez de la mañana yo estaba profundamente dormida, la noche de antes había estado dando vueltas y vueltas en la cama y no conseguí dormirme hasta las tantas. De repente una voz gritando me despierta, “que jaleo, ¿qué pasa?”, era mi vieja amiga y compañera de hazañas desde pequeñita, Púrpura.
“Corre tienes que venir a ver esto, es algo realmente alucinante, tienes que venir a verlo”, pero que prisas, ya me levanto ya.
Nos adentramos en el bosque que tantas y tantas veces habíamos recorrido, nos conocíamos cada uno de los rincones, cada árbol, cada piedra, no entiendo cómo se nos pudo pasar no ver el camino que me mostraba Purpura, era un camino que la verdad, parecía de un cuento encantado, tenía piedras preciosas, arbustos, un pequeño riachuelo… Pues ni cortas ni perezosas nos adentramos en el camino, andamos una hora, “Púrpura, ya no puedo más, anda vamos a volvernos, esto llevara a algún pueblo abandonado, luego venimos con los caballos” pero esta niña que es muy cabezona quiso seguir, y bueno la verdad no tenía nada que hacer, asique seguimos caminando, desapareció el camino ya solo era un campo enorme, con jardines preciosos, flores que jamás había visto, creo que hasta el sol brillaba mucho mas en aquella zona. Al fondo en el horizonte se intuía un Castillo, que raro, la verdad, nos asustamos bastante, era como si nos hubiéramos colado cuatro siglos atrás en el tiempo, nos miramos y salimos corriendo. En el camino de vuelta ninguna decía nada, era como si nos hubiéramos quedado mudas, pero yo no podía quitarme la sonrisa de la cara, un paraíso, un castillo, no entendía nada, parecía la descripción de los cuentos de hadas que mi madre me leía al irme a dormir aquellas noches de pánico a la oscuridad.
Aún me acuerdo como sentada en mi pequeña camita me leía los cuentos de príncipes y princesas, me explicaba emocionada el relato, y yo con mi imaginación era la protagonista, cosas de niñas, o no, el príncipe beso a la princesa, todo era perfecto, y como siempre la princesa subió en el caballo del príncipe y vivieron felices y comieron perdices en su gran castillo, las veces que me habré imaginado ese castillo, y un príncipe cogiéndome entre sus brazos pasar al castillo y como en los cuentos vivir felices… pero con el paso de los años, de las experiencias, desgraciadamente se va perdiendo esas ilusiones, bien porque te las arrebata la vida o bien porque dejas de ser una pequeña ingenua. Pero aquel día no, aquel día había sido real, vi ese castillo y Púrpura también, creo que ella iba pensando lo que yo, porque ninguna abríamos la boca, solo reíamos y reíamos.
“Corre tienes que venir a ver esto, es algo realmente alucinante, tienes que venir a verlo”, pero que prisas, ya me levanto ya.
Nos adentramos en el bosque que tantas y tantas veces habíamos recorrido, nos conocíamos cada uno de los rincones, cada árbol, cada piedra, no entiendo cómo se nos pudo pasar no ver el camino que me mostraba Purpura, era un camino que la verdad, parecía de un cuento encantado, tenía piedras preciosas, arbustos, un pequeño riachuelo… Pues ni cortas ni perezosas nos adentramos en el camino, andamos una hora, “Púrpura, ya no puedo más, anda vamos a volvernos, esto llevara a algún pueblo abandonado, luego venimos con los caballos” pero esta niña que es muy cabezona quiso seguir, y bueno la verdad no tenía nada que hacer, asique seguimos caminando, desapareció el camino ya solo era un campo enorme, con jardines preciosos, flores que jamás había visto, creo que hasta el sol brillaba mucho mas en aquella zona. Al fondo en el horizonte se intuía un Castillo, que raro, la verdad, nos asustamos bastante, era como si nos hubiéramos colado cuatro siglos atrás en el tiempo, nos miramos y salimos corriendo. En el camino de vuelta ninguna decía nada, era como si nos hubiéramos quedado mudas, pero yo no podía quitarme la sonrisa de la cara, un paraíso, un castillo, no entendía nada, parecía la descripción de los cuentos de hadas que mi madre me leía al irme a dormir aquellas noches de pánico a la oscuridad.
Aún me acuerdo como sentada en mi pequeña camita me leía los cuentos de príncipes y princesas, me explicaba emocionada el relato, y yo con mi imaginación era la protagonista, cosas de niñas, o no, el príncipe beso a la princesa, todo era perfecto, y como siempre la princesa subió en el caballo del príncipe y vivieron felices y comieron perdices en su gran castillo, las veces que me habré imaginado ese castillo, y un príncipe cogiéndome entre sus brazos pasar al castillo y como en los cuentos vivir felices… pero con el paso de los años, de las experiencias, desgraciadamente se va perdiendo esas ilusiones, bien porque te las arrebata la vida o bien porque dejas de ser una pequeña ingenua. Pero aquel día no, aquel día había sido real, vi ese castillo y Púrpura también, creo que ella iba pensando lo que yo, porque ninguna abríamos la boca, solo reíamos y reíamos.
1 comentario:
El principe azul si existe, lo que pasa que la formación es tan dura y tan cuesta arriba que parece que no exista, pero ánimo, cuando menos te lo esperas lo puedes encontrar, ya sea en Las Rozas, en Canberra, en el Cabo de la Nao, pero no te descuides que tambien lo puedes encontrar en la puerta de tu casa, en Campo de Criptana.
Un besazo
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